«Si hay algo más triste que una despedida es tener que despedirse dos veces y creo que nunca había llorado tanto al dejar un sitio. Con los pies ya en España, aún siento un nudo en la garganta al verme las manos llenas de henna y la pulsera de hojas de palmera que me hicieron las niñas el último día.
Podría deciros que estos 15 días en Marruecos me han cambiado la vida y no estaría mintiendo. Podría deciros que nunca he vivido algo así, que es una experiencia única y os estaría diciendo la verdad. Pero como no quiero caer en tópicos y creo que por mucho que os explicase es algo que no se 3si no se vive, mejor os cuento otras cosas.

Puedo contaros que escuchábamos música en directo todos los días, que los marroquíes llevan el ritmo en la sangre y se arrancan a bailar y a cantar como si nadie los estuviese mirando. Que dicen que compartir es vivir y se presentaban en casa para ofrecernos canciones o nos invitaban a comer y a tomar el té y nos daban todo lo que tenían y más. También puedo hablaros de que las cosas allí se hacen sobre la marcha, cuando te las pide el cuerpo porque la prisa mata y si algo se tuerce, no pasa nada y si pasa, se le saluda.

Puedo contaros que el idioma no importa si se escucha con el corazón y que ellos te miran fijamente y te lo dicen todo con los ojos. No ha pasado un solo día sin que los niños gritasen mi nombre por la calle, viniesen corriendo hacia mí con los brazos abiertos, me diesen besos, jugasen conmigo o me trenzasen el pelo. Un día uno de mis alumnos me dijo que estaba feliz porque yo estaba allí y cuando lloré porque me tenía que despedir de ellos se acercaban para secarme las lágrimas. Esas muestras de cariño tan desinteresadas desde el primer día me han tocado el corazón como nada ni nadie lo había hecho antes. Yo fui allí para hacer algo bueno y me crucé con gente tan auténtica y bonita que siento que me llevo más de lo que he podido darles.» — Alba Macarro

«Amor es ese sentimiento que te hace levantarte con una sonrisa cada mañana, ese que convierte el marrón en el arcoíris más brillante, el que se siente cuando el suelo parece la cama más cómoda y el té la bebida más refrescante.

Amor es lo que sientes que te rodea cuando cada palabra es acompañada por una sonrisa y cada mirada se convierte en un guiño de complicidad. Amor es aquello que te llena de tal forma que hace que no haya otra cosa en la que pensar o de la que preocuparse, ya que solo el ‘aquí y ahora’ tienen sentido.
Amor es respetarse unos a otros, compartiendo nuestras diferencias, entendiéndolas como nexos de unión y no como muros que nos separen. Amor es ese horrible peso en la tripa que te grita que no te marches y te suplica que vuelvas otra vez porque parte de ti se ha quedado para siempre en ese lugar, en el camino que te llevaba hacia la escuela, junto a la arena que arrastra el viento y susurra a aquellos que has dejado allí, que no importa el tiempo que pase, siempre les echarás de menos y pasarán por tu cabeza cada día, pues te dieron todo lo que tenían, lo cual era mucho más de lo que hubieses podido imaginar y de lo que podrás jamás devolverles.

Amor es ese sentimiento capaz de unir a las personas a pesar del tiempo y la distancia, asegurando que algún día volverán a

estar juntas otra vez.» — Noelia Ledesma

«Las tardes en el día a día de Amal Taznaqt son básicamente para realizar actividades lúdicas con todos y todas las niñas del pueblo. Salimos a la plaza de delante de la casa donde vivimos las voluntarias y coordinadores, y cantamos, jugamos a fútbol, saltamos a la cuerda, se organizan juegos de equipo como el pañuelo, y diversas gymkanas. Las tardes suelen alargarse hasta las 21:00, cuando los niños y niñas ya se van a sus casas porque anochece. A veces, surgen momentos improvisados (que son mis favoritos), y es cuando miras a tu alrededor y sabes que quieres guardarlos para siempre en un rinconcito de tu memoria.

Fue en el proyecto de este pasado verano, una de estas tardes que se alargan más de lo normal: ya era oscuro y Dani sacó la guitarra. Nos sentamos todas a su alrededor, niñas, coordinadores y voluntarias, y empezamos a cantar con él. Fue tan bonito, que tendríais que vivirlo para entenderlo. Mirar y ver a tanta gente tan diferente, de edades tan distintas, que ni siquiera comparten idioma, estar tan unida es simplemente precioso. Las caras, las sonrisas, las lágrimas incluso, las niñas y niños bailando e intentando cantar. Yo tengo todo eso guardado muy cerquita del corazón, ojalá quien lo vivió conmigo lo tenga también y lo recuerde a menudo, y ojalá quién no lo haya vivido tenga la oportunidad de hacerlo alguna vez.

Gracias.» — Leyre Domingo